En
una conversación entre un experto abogado de dilatada trayectoria profesional y
una periodista experta en violencia de género, el abogado le dice a la
periodista: «Lo que me parece excesivo es lo de “le asestó 40 puñaladas”, con
tres o cuatro ya serían suficientes, por qué ese ensañamiento del agresor». La
periodista le mira fijamente por unos instantes y luego responde: “Porque quizá
es el número de veces que ella le dijo no al asesino”.
Algunos
articulistas hablan de demasiadas hormonas masculinas para explicar el problema
de la violencia de género. Juristas hubo que en congresos sobre la materia se
quejaron de la repetición de imágenes de las mujeres muertas entrando en el
furgón de la funeraria, como también se quejó el Gobierno de la mano del
inspector de Aduanas en la nuca de Rodrigo Rato. Los poderes del Estado quieren
trazar una imagen a su medida y para ello quieren moldear a los medios de
comunicación a su antojo.
Patricia
Cornwell, en Retrato de un asesino: Jack el Destripador caso cerrado, llega a
la conclusión de que el autor de la muerte de prostitutas en serie en el
Londres de finales del siglo XIX es el pintor Walter Sicket y no otros
sospechosos, por cuestiones de carácter psicológico del protagonista. Tras
examinar las evidencias físicas aportadas por la policía en los informes de los
crímenes, llegó a la conclusión de que el asesino en serie era una persona
frustrada, que no llegó a cumplir el canon exigido a un varón de su entorno
familiar y social. La frustración fue la que le llevó a odiar a las mujeres, no
su condición de excesiva masculinidad, como se suele apuntar.
Por
ello, es importante poner el énfasis en la formación y en la prevención para
que las nuevas generaciones de mujeres y hombres se desarrollen en condiciones
de igualdad. Tenemos que ayudarles a cuestionar las pautas de género porque van
cargadas de símbolos que encierran violencia hacia las mujeres.
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