Si
a valoración de intervenciones se refiere el debate, Pedro Sánchez obtiene un
nueve mientras que Iglesias Turrión no pasa de un seis. Fueron los dos grandes
protagonistas en el Congreso de los Diputados en el segundo día del debate de
investidura. El candidato a presidente necesita la abstención de Podemos para
resultar investido, y por ello convirtió a los de color morado en su objetivo
principal.
Buena
estrategia la llevada a cabo por el líder socialista, bien aconsejado, como el
mismo Iglesias Turrión ha reconocido. Eso fue lo novedoso. Lo demás nada nuevo.
Todo se sabía de antemano.
El
centro de este debate se ciñe a saber si gobierna Pedro Sánchez o si seguimos
con Mariano Rajoy.
La
alusión a Felipe González y los enterrados en cal viva fue una de las caídas
del líder de Podemos. Se ve que quiere ocupar el espacio político e histórico del
PSOE por ello no dudó, además de
mencionar para intentar aniquilar el pasado reciente glorioso de los
socialistas, en quitarle la S y la O, dejándolo solo con las de PE, Partido
Español. Le tiene ganas y se nota.
Se
mostró pequeño, muy pequeño, Iglesias Turrión, y no solo de estatura. Nos queda
mucho que ver de él, pero de momento, no está ofreciendo el juego parlamentario
que se podría esperar en las Cortes. Las instituciones tienen su ritmo y su
ritual, y el recurso a la gente de la calle y a los descontentos puede que
tenga un limitado recorrido, y lo veremos en los próximos meses.
El
que repartió el juego, y que se propone mediar entre los dos, Ciudadanos, pidió
no estar en un hipotético gobierno en el que sea ministro de Interior Arnaldo
Otegui. Lo dijo mirando a Iglesias Turrión un Albert Rivera quien recordó que
hay motivos para la indignación pero que él prefiere optar por estar
ilusionado. Ser útil o importante. Hay que elegir, dijo Rivera. Buena defensa
del acuerdo firmado con los socialistas.
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