Bernardo
Bertolucci es ganador de nueve premios Oscar de Hollywood como director de cine
y Marlon Brando, dos, como actor. María Schneider no recibió ninguno como
actriz. Solo la distinguieron en Francia como Caballero de las Artes y las
Letras. Falleció de cáncer en Paris hace cinco años sin que director ni actor
le pidieran perdón por cómo la manejaron hasta la humillación en la película El
último tango en París.
Marlon
Brando tendría hoy 92 años, pero falleció a los 80 en el año 2004. Tiempo tuvo
de rechazar la nominación al Óscar de 1973 (ya que era tan rebelde), pero no lo
hizo. No lo ganó. A lo largo de su vida hizo declaraciones de desprecio hacia
la actriz en varias ocasiones, por lo que tenemos constancia de que era consciente
del daño sin que tuviera necesidad de arrepentirse. Por el contrario, defendía
su modo de actuar contra ella y contra todas las mujeres. No hace falta decir
que era un machista y que esa actitud incluso significó un plus para acrecentar
su aura de mito que se construyó a su alrededor. Todos somos culpables, pero
Hollywood está cambiando.
Las
polémicas declaraciones de Bernardo Bertolucci de hace tres años, reconociendo
que él y Brando pactaron utilizar mantequilla como lubricante y no solo representar
una violación sino llevarla a cabo de forma inesperada y no consensuada con la
actriz María Schneider en la película de 1972, están sirviendo para llamar la
atención sobre la violencia de género empleada en el cine de forma sistemática.
“No quería que fingiese la humillación, quería que la sintiese”, declaró
Bernardo Bertolucci sobre lo ocurrido y también aseguró que se sentía culpable,
pero que no se arrepentía. Pacto de caballeros: ni Bertolucci ni Brando se
arrepienten, pero aquí está el testimonio, con él justifica Bertolucci la
violencia empleada. Es de suponer que el célebre director de cine lo hace por
el bien del buen cine.
Ejemplos
como este nos sirven para entender la cultura de la violencia contra las
mujeres. Por eso la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de
Protección Integral contra la Violencia de Género, contempla cambios en la
cultura y en la educación. Para que deje de normalizarse la violencia desde los
libros de texto, el cine y la literatura, hay que ejecutar cambios. Toda
producción intelectual debe rechazar la violencia contra las mujeres y promover
patrones de igualdad entre mujeres y hombres.
La
peor violencia es la que se asienta en la cultura del cine, la literatura y la
publicidad. Mantenerla y no denunciarla o modificarla, como está haciendo ahora
Hollywood, es contradictorio con lo que se promueve desde los poderes públicos,
que animan a las mujeres y sus parientes a denunciar casos concretos de
violencia de género. Por estas contradicciones de los poderes públicos no
debemos denominarla violencia doméstica, sino violencia de género. Porque las
actitudes machistas surgen en la vida pública, por tanto debemos llamarla
violencia de género, la que va contra las mujeres por el hecho de pertenecer al
género femenino.
María
Schneider fue una actriz nacida en los años cincuenta, que comenzó su carrera a
los 15 años y solo tenía 19 cuando fue elegida entre más de cien jóvenes para
interpretar el papel que Bernardo Bertolucci tenía en su guión. El actor
principal era Marlon Brando, con 48 años, y en su rol se centraba la película.
Un hombre al borde del abismo pero con mucha capacidad para ejercer la
violencia contra las mujeres.
María
sufrió lo que es conocido hoy como cuadro psicológico de mujer maltratada o víctima
de violencia de género. Al poco de ser rodaba en París la escena de la
violación, las mujeres de su generación recibíamos la noticia de las
excursiones a Perpiñán para ver la cinta. Algo moderno y atrevido que no se
podía ver en España por considerarla no apta para el público, sometido a la
dictadura militar. Incluso había quien justificaba la utilización de la
mantequilla como algo que se hacía habitualmente en círculos más cultos y
atrevidos. Nadie hablaba del personaje masculino representado, se hablaba del
actor Marlon Brando. Con el tiempo podemos decir que el actor se comió al
personaje y los críticos del cine entretenidos con la escena de la mantequilla
y la violación de una joven mujer. La actriz tenía las cualidades de ser una
Lolita perversa y le servía a Berteolucci para representar el papel de víctima,
una mujer como otra cualquiera, que se sometía a la humillación y que incluso
casi la buscaba, como único destino. Ese era el mensaje que recibíamos las
mujeres. Pero esa cultura pertenece al pasado. Por eso está siendo rechazada.
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