Faltan
tres semanas y un día para las elecciones presidenciales de los EE.UU. y parece
que las mujeres decidirán quién será el próximo presidente. En esta ocasión, si
rechazan al candidato republicano, como dicen las encuestas, será una mujer la
presidenta.
Nunca
antes como en esta campaña el voto femenino fue tan importante (quizá también
decisivo) desde la lucha por el sufragio universal. Los frutos del movimiento
feminista se ven en momentos que nos depara la historia sin haberlos previsto.
Este es uno de ellos.
Lo
personal es político. Lo que ocurre a las mujeres en la vida privada es una
cuestión que afecta a la sociedad en general. Lo que los hombres piensan y
hacen, tanto en el ámbito público como en el privado, son cuestiones que
interesan a toda la sociedad. La cuestión cultural de género está en la agenda
política, como era de esperar. Y está situada de forma transversal. La reivindicación
de la igualdad de trato entre mujeres y hombres ha calado en los dos partidos,
demócrata y republicano, y las mujeres deciden porque el problema del machismo les
afecta directamente y de forma generalizada. La concienciación de que los
comportamientos abusivos por razón de
sexo son rechazables y punibles se va asentando en la sociedad americana y
esperemos que no haya vuelta atrás. Especialmente porque lo que allí ocurre
repercute en Europa y en todo el mundo.
Lo
que vaya a hacer Hillary Clinton como presidenta será cuestionado de forma
machista, porque procede la responsabilidad ejercida por una mujer, y eso es
todavía rechazable por una cuestión cultural que cercena las posibilidades de
las mujeres en todas las sociedades. El electorado que la apoya de forma
incondicional confía en que todo sea superado por una política experimentada y preparada,
que va alcanzar el poder y esto es lo
que nos ofrece el momento histórico, el de un cambio memorable.
Estamos
viviendo un momento político que marcará un antes y un después. Para una parte
de los observadores este logro de las mujeres llegando a lo más alto en las
instituciones era una situación esperable y no le dan más importancia, para
otros representa un cambio de marcha que inicia el futuro y presenta como
caducos métodos hasta hace poco aceptados como los tradicionales, los mejores e
inamovibles.
Esperemos
que el día 8 de noviembre podamos decir: “Hoy es el futuro”, y, al contrario de
lo que propugnaba el extinto grupo musical La Polla Records en la canción con
este mismo título, la vida no es agonía y no la viviremos agónicamente porque lo
que cambia con las mujeres ejerciendo el poder es la forma de ejercerlo. Se
abre un abanico de oportunidades. El poder femenino debe representar un
proyecto nuevo de vida, de esperanza, de colaboración, de hacer partícipes a
los que estaban apartados y excluidos, de comprender a los que piensan
diferente, de tener en cuenta, en definitiva, la diversidad social. El futuro
en femenino tiene que ser siempre prometedor.
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