Nadie
duda de que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) está en una situación
grave y decisiva. Todavía no hay convocatoria oficial de primarias pero desde
hace casi dos meses dos candidatos vienen celebrando mítines ante sus
seguidores. Ahora que dicen que se presenta un tercero, Susana Díaz, vamos a
ver si acortan los plazos, porque Patxi López llevará cinco meses de campaña
cuando sean las votaciones, y Pedro Sánchez llevará cuatro. A la candidata
andaluza se lo van a poner fácil. Ella no tendrá ni dos meses de campaña
para ganarse la confianza del público
cuando los militantes vayan a votar.
La gestora, o las personas que la forman y
envían mensajes, se mostró nerviosa ante el éxito de Sánchez y quieren someter al candidato a normas financieras
del partido sin haber convocado formalmente las elecciones primarias.
Contradicciones de un partido en crisis. Lo tenían controlado a través del diabólico calendario de elección
de nuevo secretario general, pero la cuestión de las microdonaciones privadas
hizo saltar de nuevo el motivo de rechazo contra él. Buscan constantemente
razones de peso que invaliden su candidatura antes de ser presentada. Pero ya
saben, tiene éxito de público y éxito en la financiación, y mola a la gente.
Se
dicen muchas cosas sobre la procedencia geográfica de cada uno de ellos: vasco,
madrileño y andaluza, pero nada tan gráfico como aquel llamamiento de Pedro
Sánchez (no carente de algo de chulería
madrileña) invitando a Susana Díaz a
presentarse y luchar por la secretaría general. Aquel desafío sigue avanzando y
parece que no le darán el cargo a la candidata oficial sin haber trabajado por
ello. Esta vez, no.
Lo
único bueno de la reunión del pasado martes en la calle Ferraz, a la que
acudieron dos personas por cada candidatura, fue reconocer por parte de la
dirección provisional del partido que hay candidatos a dirigirlo y que uno de
ellos es Pedro Sánchez, porque hasta ese momento lo trataron como un auténtico
outsider.
Nunca
el PSOE mostró abiertamente tanta inquina, y menos contra un dirigente elegido
por las bases y ratificado en congreso. Para poder comprender lo que ocurre no
hay más remedio que mirar atrás. El pasado esconde los secretos de la venganza
y esta da para muchas interpretaciones.
Yo
misma escribí mi sorpresa que fuera una mujer la que aparentemente, y no tan
aparentemente, ejerciera el poder en la sombra mientras que un hombre fuera el
líder por delegación; algo que, en las cuestiones de igualdad de género, se ven
al revés en multitud de ocasiones. Por tanto estábamos y estamos ante una
situación singular.
Si
bien ya nos recordó la parodia del pasado carnaval de Cádiz, que Susana no
tenía el poder, sino que ella misma era y es un peldaño más en la escalera que
conduce al púlpito. Cierto, ella no tenía el poder porque el poder siempre es
limitado, pero si fuera el poder que tiene que ejercer una mujer por el hecho
de llevar a cabo una política por la igualdad, no cumpliría las condiciones. Lo que ocurre en el PSOE es
una reproducción del más puro estilo de la masculinidad (por no decir del
machismo imperante en la política). Nada nuevo nos ha traído Susana Díaz por el
hecho de ser mujer. O sí, solo una mujer sabe crear un estado de alarma como
caldo de cultivo para un golpe de moqueta como el que ella ha llevado a cabo en
el mes de septiembre de 2016.
Nunca
antes el PSOE tuvo tantos portavoces y
barones diciendo lo mismo sobre un mismo tema como cuando fue secretario general
Pedro Sánchez. Las imágenes de Susana Díaz en las reuniones de los comités
federales indicaban bien claro que el mensaje principal no se iba a conocer
desde la tribuna de oradores, sino que circularía antes o después de la reunión
sirviendo de comidilla y de intriga contra el líder, candidato siempre a ser
depuesto de un momento a otro.
©
Áurea Sánchez.
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