La
teoría feminista aplica fórmulas de deconstrucción de los relatos para
interpretar el funcionamiento de la sociedad y pone nombres a las cosas. Para
ello califica comportamientos y define conceptos. Un concepto a través del cual
se define y delimita una situación de desigualdad de género es el conocido como
techo de cristal, aquel que parece impedir a las mujeres ocupar puestos de
responsabilidad y, de hecho, aun cuando están en condiciones de hacerlo, no los
ocupan.
Hasta
aquí, todo bien, en cuanto al trabajo feminista consistente en analizar una
realidad, ponerle nombre y explicar por qué se produce. Incluso puede la teoría
feminista aconsejar que se corrija e indicar cómo hacerlo. Otra cosa es que desde
las políticas que se tienen por feministas se puedan corregir esos errores
ancestrales de la desigualdad.
El
techo de cristal se está utilizando como argumento para hacer llegar a algunas
mujeres a puestos que no han alcanzado todavía. Es el caso de Susana Díaz, que
lo sacó a relucir en el debate de las primarias socialistas celebrado el pasado
lunes en Madrid. Dijo que desea ser la primera secretaria general del PSOE y,
por qué no, la primera presidenta de España.
Pocas
mujeres lo han dicho tan claro. Hillary Clinton usó una pregunta retórica para anunciar que ella deseaba ser la primera presidenta de
Estados Unidos: ¿No es hora de que una
mujer sea la presidenta?, clamó algo así
en el mitin en que aceptó postularse como candidata demócrata.
Por
lo que respecta a las cosas que ocurren a nuestro alrededor, y en cuanto a las
primarias del PSOE se refiere, el ejemplo de Susana Díaz contra Pedro Sánchez
es un referente práctico para analizar hacia dónde puede derivar el uso de las
políticas feministas que pierden su objetivo original.
La
candidata andaluza esgrime a su favor ser mujer y querer romper el techo de
cristal que impide a las mujeres ocupar puestos como el de secretaria general
de su partido. Sin embargo, atacó a su oponente principal con armas del
machismo más vulgar, como cuando dijo: “Pedro, tu problema no soy yo, eres tú”,
“Te han abandonado todos”, “Háztelo
mirar” y otras frases muy reproducidas en titulares de noticias de estos días.
¿Se
imaginan los lectores a sus abuelas, madres, hermanas o hijas respondiendo así
a sus maridos? ¿Qué pasaría en esos hogares si las mujeres emplearan tales
frases y el mismo tono contra sus maridos con los que discrepan? La violencia
física estaría garantizada de inmediato.
Pongo
en situación privada la comparación porque la periodista de El Mundo, Lucía Méndez, tituló al día
siguiente del debate de los tres candidatos socialistas en primarias: “Cariño,
tú y yo tenemos que hablar…”, en referencia a las palabras empleadas por Susana
Díaz para acorralar a su oponente principal, Pedro Sánchez. Intentó ironizar Díaz
sobre su “expareja política”, pero ¿alguien duda de que la escena, de darse en
el salón de un hogar cualquiera, podría acabar en tragedia?
Lo
llamativo y noticioso del caso es que quien ataca es una mujer, que ostenta el
poder en una autonomía, en la federación con más peso en el partido y a quien se atribuye “el golpe de moqueta” para “derrocar” al
secretario general, que persistió en su empeño y allí estaba en su atril
desafiando a la locuaz líder en uso de la palabra.
Si
fuera un hombre el que le dijera a Pedro Sánchez tales palabras, estas no
tendrían el mismo efecto. De hecho los hombres rara vez utilizan el cuerpo a cuerpo
de esa forma porque en los temas personales pueden llegar a acuerdos antes que
en los públicos, por aquello de la caballerosidad.
Recurriendo
a las palabras de derribo y a las cuestiones personales creyó Susana Díaz hacerle
daño a Pedro Sánchez, pero el tiempo dirá si fue acertada su estrategia y su
táctica. Si quería demostrarle a tantas mujeres que se sienten inferiores a sus
parejas masculinas, a tantas esposas que no tienen voz ni voto en sus casas, cómo abrirse camino, se
ha equivocado porque ¿cuántas mujeres pueden hablar con esa autoridad y soltura
a sus maridos sin miedo a que las abofeteen?
El
suyo fue un lenguaje y un comportamiento imitado desde una sociedad que ha dado
oportunidad a los hombres, postergando a las mujeres; una sociedad machista que
utiliza métodos abusivos para perpetuarse en el poder. Lo que no puede hacer
una mujer, que tiene la oportunidad de subirse a una tribuna, es utilizar los
mismos dardos que a ella la han herido. Todos, mujeres y hombres, tenemos que
aprender a coser en privado y a hablar desde una tribuna. La educación en
igualdad consiste en abandonar viejos métodos anclados en el pasado y apostar
por una nueva política.
Las
políticas feministas tienen que ser otras. Es importante la representación de
la igualdad de género, como sostiene la ley, pero no podemos quedarnos en la
representación, lo más importante son las políticas que se han de aplicar transversalmente.
El lenguaje y los comportamientos son ejemplos de políticas por la igualdad que
se observan y se copian por las generaciones más jóvenes. Lo que hemos visto en
el debate de Susana Díaz contra Pedro Sánchez pertenece a la vieja política.
Hay que avanzar en políticas de igualdad dando ejemplo.
©
Áurea Sánchez.
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