De
todos los titulares leídos estos días referidos a la noticia de Juana Rivas y
su exmarido, elijo este donde parece que pretende dar carpetazo al asunto y
dejar las cosas en su sitio: Los niños ya están con el padre, ¿y ahora qué?
Ahora empieza todo. Debería servir este conflicto para reflexionar sobre la
violencia de género y sus ramificaciones, que son muchas y de diferentes
formas.
A
mi modo de ver, no es este un tema judicial como se ha insinuado, sino un tema
político y de primer orden. El feminismo, en su hábil idea de ser útil y
práctico en la vida diaria de las mujeres, propone que un padre condenado por violencia
no es un buen padre y, por tanto, no puede ejercer la custodia. Es una exigencia
mínima, pero posibilista, porque ¡con lo difícil que es demostrar la violencia
de género y quieren que haya sentencia firme para que se demuestre! En el caso
de Juana Rivas parece que el exmarido tiene condena firme por maltrato, sin
embargo, se salió con la suya y se llevó los niños a Italia.
En
primer lugar señalaré que la custodia compartida que ofrece el padre a la
madre, y que, según dice, debe ejercerse por ambos en Italia, es una señal de
que pretende seguir sometiendo a la mujer a más humillaciones a través de los
hijos. Los hijos como vehículo de transmisión de la violencia.
La
custodia compartida si no es aceptada por ambas partes y de buena voluntad, es
perjudicial para los hijos y los sitúa en tierra de nadie. Con razón se pide
una evaluación de las custodias compartidas adjudicadas en sentencias en los últimos
años. Los juzgados ya deberían rechazar por sistema las peticiones de custodia de los padres cuando
los hijos no están ante riesgo alguno y
al cuidado de las madres. Porque la custodia es un elemento de castigo contra
ellas en casos de separación de la pareja.
No
ejerce alienación quien quiere, sino quien puede, y la sociedad ayuda a los
padres en detrimento de las madres en esta alienación de los hijos. Deberíamos
echarnos las manos a la cabeza al saber que “los niños ya están con el padre”.
Creo
que el caso de Juana Rivas abrió los ojos a la sociedad española. Nos dimos
cuenta de que hay muchas Juanas sufriendo de la misma violencia a través de los
hijos. El movimiento “Juana está en mi casa” está resultando conmovedor para
muchas mujeres en situaciones parecidas a la suya. Deberíamos aprovechar el
conflicto creado para analizar las situaciones y, a partir de las conclusiones
que se extraigan, establecer nuevos parámetros de defensa de los derechos de
las mujeres y sus hijos.
Lo
primero que tiene en mente una mujer a la que maltratan es huir con sus
hijos. Siempre se ha visto así, menos ahora, que los juzgados se inventaron el
delito de rapto de los hijos por parte de la madre. Si huye de la violencia ha
de saber que se expone a perder la custodia. Señores de los poderes del
Estado, aclárense y digan alto y claro a tantas mujeres que están pasando por
la misma situación de Juana qué deben hacer,
¿escapar de la violencia con los hijos y exponerse a perder la custodia
o huir de casa ellas solas y exponerse a ser declaradas sin más por la sociedad malas madres? Por este método, la violencia contra las mujeres les
sale bien a los agresores, ganan la custodia de los hijos en los tribunales sin
mover un dedo.
Esperamos
una solución.
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