POLÍTICOS Y TITULACIONES ACADÉMICAS
Alcanzar
una titulación universitaria no estaba al alcance de muchos en la época de
nuestros padres y abuelos. El acceso a los estudios superiores se generalizó en
las últimas décadas y se ampliaron las aulas, las facultades y el número de
profesores.
A
algunos políticos se les criticó por ser profesionales de la política cuando
llegaron muy jóvenes a desempeñar puestos de responsabilidad y no tuvieron la
oportunidad de desarrollar un oficio o una profesión a la que volver cuando esa
etapa llega a su fin.
Para
evitar lo anterior, los partidos se nutrieron de gente con títulos académicos, aspiraban a contar especialmente con aquellos que, además de la titulación, ya
tenían cierto prestigio en alguno de los campos del saber.
Llenar
un currículum vitae de significado parece que se confundió con una serie de
virtudes académicas. Pero también las universidades con esto de la
globalización, la competencia y la financiación, buscaron dinero fácil a veces
de forma torticera. En casos concretos como en la Universidad Rey Juan Carlos, quisieron dar cierto valor a sus títulos
invitando a gente de la clase política a lucirlos.
A
la ex ministra de Sanidad, Carmen Montón, no le hacía ninguna falta ese máster.
La fatalidad se cruzó en su camino el día que la invitaron a obtenerlo sin
asistir a clase. A ella le bastaría solicitar la programación académica,
leérsela y agradecerles que ofrezcan esa formación a los potenciales alumnos,
pero ella debería estar a lo suyo. ¿Qué más tiene que tener una diputada que ya
es licenciada en Medicina? ¡ Con lo buena ministra que ha sido en su breve
mandato!
Pero
¿qué me dicen de la señora Cifuentes y el señor Casado? Las dudas sobre el
segundo se remontan a su licenciatura. Insólito creer que se puede aprobar una
carrera con influencias externas a las Universidad. Eso sí que daña la
credibilidad del sistema universitario por completo.
Pero
el fraude de las titulaciones académicas daña a la izquierda más que a la
derecha porque a los niños y niñas bonitas ya se les presupone dotados. Tienen,
además de belleza, inteligencia y sobresalientes por doquier. Los demás tienen
que ganarlo honradamente, y pobre del que tenga el más mínimo fallo, se monta
un escándalo, como así ha ocurrido.
Y,
siendo así, la izquierda tiene que renovar sus ideas y sus propósitos. La
cultura del esfuerzo, el compromiso y la voluntad de mejorar las cosas, basado
todo ello en la justicia social, tiene que verse no solo en los programas
electorales, debe ser el nuevo catecismo de la izquierda. No tanto para
exigirlo a los demás como para que sea un decálogo de comportamiento interno.
Si
Casado se relame en las palabras de Carmen Montón diciendo "No todos somos
iguales" tendremos que saber qué persiguen unos y otros, porque la
falsedad a algunos políticos le pasará
factura, a otros no se la van a pasar. Y tan seguros están los populares,
que le aplauden cuando la Fiscalía del Tribunal Supremo argumenta que no ha
lugar al procesamiento. Celebran que no haya juicio, no tienen intención de
enmendar el daño causado a la sociedad. El fraude para los de Casado en una
anécdota típica de la política, donde reina la picaresca.
Quienes
tienen que reflexionar a fondo son los de la izquierda, porque se sumaron sin
más a prácticas que ya rechazaban nuestros padres y abuelos por considerarlas
inmorales. Busquemos la diferencia, porque, efectivamente, no todos somos
iguales.
También en Diario Siglo XXI
http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/1193536/consentimientos-derecha
http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/1193536/consentimientos-derecha
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