Tenía
dos misiones que cumplir en esta primera visita a la ciudad de Palma: saber
cómo había afectado el boom turístico desde los años sesenta a la costa y si la
catedral estaba tan cerca del mar como mostraban las fotos que me enseñaban
últimamente.
De lo
segundo ya comprobé que es un efecto óptico pues el agua tan cercana es de un lago
que bordea el monumento religioso.
De lo
primero hay mucho tema que tratar. La explotación de la superficie cercana al
mar es más brutal de lo que pensaba. Son mayoría las construcciones que afean
el paisaje, el acceso a las playas o calas es inexistente o con muchas
dificultades. En su mayoría son los propios edificios de restaurantes,
cafeterías y hoteles los que tienen el espacio de vistas al mar ocupado, de
forma que para verlo, hay que pasar por esos espacios privados o pagar para
contemplarlo.
En
zonas montañosas cercanas al mar la explotación del terreno experimentó grandes
transformaciones y se dieron soluciones arquitectónicas curiosas.
Lo
anterior sucede en San Agustín y Cala Nova, no así en Playa de Palma donde los
cinco kilómetros de arenal son visibles y sin grandes dificultades desde el
paseo y hasta la principal calle paralela a este.
A las
construcciones nuevas se les asignó en esta enorme playa de la bahía una
segunda y tercera fila alejadas del mar, cosa que es de agradecer para los
visitantes, que sin ningún tipo de dificultad, pueden bajar a la playa y
disfrutar del espacio público. Esta es la principal diferencia a favor de Playa
de Palma respecto a otras zonas turísticas españolas del Mediterráneo.
Cómo no
recordar aquella canción Vuelo 502 de Los Tres Sudamericanos, "A Mallorca
voy con mi canción..." que fue un gran éxito musical en los años sesenta.
De aquellas promociones alocadas, estos resultados y estos precios desorbitados
que la hacen inasequible. Es de suponer que será difícil contener la avalancha
de propietarios con ansias de coparlo todo, como parece.
Todo ello
sucede en un ciudad de más de 400000
habitantes, calificada como la mejor para vivir, con su zona histórica, calles
estrechas y peatonales, grandes avenidas y zonas comerciales donde se oye
hablar a la gente en francés, inglés y alemán, con tanta frecuencia como en español.
Estos
pensamientos surgían mientras al lado de la lonja sonaba una guitarra española.
El guitarrista se llevó un buen aplauso del público que parecía no prestarle
atención.
Con
este artículo, el blog entra en las 15000 visitas. A todos muchas gracias por
vuestra atención.
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