El presidente de Francia ha puesto fin a su relación amorosa con Valérie Trierweiler y va ejercer el cargo sin pareja. Algo poco visto a lo largo de la historia del país.
Lo intentó, pero no pudo evitarlo, la rueda de prensa del pasado día 14 de enero, prevista desde hacía tiempo, tuvo más trascendencia por su vida privada que por las medidas económicas que anunció.
Fueron dos semanas de locura, y nunca mejor dicho, desde que la revista Closer publicó un largo reportaje sobre la relación amorosa de Hollande con la actriz Julie Gayet.
Velérie Trierweiler ingresó de urgencia en un hospital aquejada de “fatiga nerviosa” y, tras pasar en el centro sanitario ocho días, descansó otro tanto en La Lanterne, en Versalles.
Si observamos el comportamiento de unos y otros por lo que se ha ido publicando, podríamos decir que el presidente ha obrado con temple. Utilizó su tiempo, que nos pudo parecer prolongado, pero que era necesario para dejar a la otra parte que tomara sus decisiones, una vez que los médicos indicaran que estaba en condiciones de hacerlo. Quizá no lo está todavía, porque el comunicado final es de François Hollande y no lleva la aceptación de Valérie.
Mala cosa para la novia engañada. Debe estar viviendo una situación agotadora. Por lo que ha trascendido no estaba preparada para una situación así. Quizá con el tiempo y la perspectiva de verse fuera del centro de atención, será entonces cuando pueda aclararse ella misma. Sin duda se le juzga de forma incomprensible porque no es muy habitual ver a una mujer competitiva conformarse con un puesto secundario por amor. Aspirar a ocupar ese puesto que le pusieron por delante, sin embargo, era lo más lógico, pero esa aspiración chocaba con otras que también tenía, o parecía tener. Valérie no aclaró a tiempo sus prioridades y se dejó llevar por el conflicto, que atribuyó a Hollande cuando le competía a ella y solo a ella.
No sé si vamos a poder confirmar las informaciones que hablan de una disputa de la pareja en la que se destruyó mobiliario del Palacio del Elíseo. Acompañado de ese mensaje venía el recordatorio de que la dama es de carácter, con el fin de dar credibilidad a la situación. También trascendió que si se ha tomado la exnovia más pastillas de las que debería antes de ser ingresada; igualmente que desautorizó a su abogada horas después de que esta hablase de “una salida digna” del Elíseo.
Las mujeres siempre salen mal paradas de situaciones así, pero cuando es el presidente de la República el que abandona a la mujer que decía hace poco amar, debe ser terrible.
Parece que la mujer no ha sabido entenderlo a tiempo porque si la pareja estaba en crisis, ¿para qué tanto empeño en prolongar el final de la relación cuando lo que está en juego es la credibilidad del presidente?
Habrá quien diga que “el que a hierro mata a hierro muere” y que se lo tiene merecido, por aquello de que le arrebató el hombre a otra mujer, y cuando Ségolène Royal le advirtió algo así: “tú verás, tienes tres hijos, y yo cuatro”, la enamorada amante y después novia hizo oídos sordos y continuó con su aventura.
Al menos hay una persona contenta con esta ruptura de pareja, y se trata de uno de los hijos de la novia despechada, en una red social declaró que por fin mamá vuelve a casa.
Esta es la historia de un “menage a quatre”, según dicen algunas informaciones, pero vamos a dejar a un lado por el momento la primera mujer, Ségolène Royal y la última, Julie Gayet. Porque lo que interesa, por estar en el centro de la cuestión es el hombre, el que ocupa la presidencia y el que reparte juego entre las tres.
Dijo Hollande en la rueda de prensa del día 14 de enero que en Francia las cosas se hacen de distinta manera que en Estados Unidos y que él va arreglar los asuntos privados en la intimidad del hogar. Pero resulta que no es así, vimos que lo suyo no era solo un asunto privado, pero aunque lo fuera, “lo personal es político” y nos interesa a todos. Tenemos derecho a saber si ama a una, a dos, o a tres mujeres a la vez porque anunciar un ahorro de 30.000 millones de euros al Estado y gastar a su manera en compañía femenina sin rendir cuentas, es incompatible.
Por lo tanto, el señor Hollande tiene derecho a arreglar sus asuntos privados de forma privada, pero lo personal es político, y más en su caso que en otros.
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