¿Por qué desconcierta al público masculino?
Con
diez candidaturas a los premios Oscar de este año, Roma se convierte en una
película que hace historia, pero está por ver si se lleva alguno de los diez:
sonido, mejor actriz, mejor actriz secundaria, diseño de producción, mejor película,
mejor película de habla extranjera, cinematografía, dirección, fotografía y
guion original.
No
tiene éxito entre el público masculino que ya la ha visto porque los códigos
están cambiados. No fueron los jóvenes
instruidos sobre la lectura de un relato que es, en sí, la deconstrucción de
una historia, es decir un film para iniciados en el movimiento "me
too".
No
hay un héroe ni heroína, la protagonista es una criada, con las cualidades
humanas que se le atribuyen a este rol social y simbólico. Cleo es una metáfora
de una situación humana en general, que se comprende tanto por el colectivo a
quien representa como por cada una de las mujeres. Sin embargo, lo que debe
preocuparnos es la razón por la que no conecta con el público masculino. La
metáfora de la situación que representa Cloe es ajena al colectivo masculino en
general, aunque pueda atañer la problemática de forma directa a muchos de los
hombres del público.
Aunque
sigue una estructura narrativa clásica, en la que pueden delimitarse los viajes
de la anti heroína, en este caso, hay aspectos en la película que nos llaman la
atención. En primer lugar el uso del blanco y negro y, en segundo lugar, la
colocación de la cámara. Sobre esto último son llamativos dos momentos en los
que la cámara se hace dueña del relato por sí sola. Uno de ellos ocurre cuando
Cloe, enfocada en primer plano, escucha las preguntas de la doctora. Podemos
conocer el pensamiento de la protagonista a través de sus silencios y sus
escasas palabras. La otra situación se da cuando la cámara se adentra en el
agua de la playa en paralelo a la protagonista. Es de suponer que en este instante el público se remueve en el
sillón del cine o en el sofá de sus casas porque teme sumergirse y ser tragado
por el mar a medida que la mujer avanza sin saber cuándo llegará el punto de
retorno a un lugar seguro, porque la cámara no nos lo dice, por el contrario,
nos invita a temer por su vida.
Por
lo demás la cámara es testigo de lo que ocurre sin hacerse notar. Viaja con la
protagonista pero desde un plano general y abierto, sin llamar la atención.
Prueba de esta posición es cuando desde el hall de la casa da cuenta de los
movimientos de las personas que suben y bajan las escaleras o acuden a
distintas dependencias sin que nadie repare en ser vistos. Porque no ocupa un
lugar privilegiado, más bien se sitúa en un punto de espionaje blando.
Existe
en el relato un mentor, como en toda historia de corte clásico. En este caso es
el ama de la casa. Sabemos que Cloe es una criada cuando se acerca a su jefa
para contarle algo importante. El personaje principal se da a conocer
informándonos de su situación personal. Y como un ejemplo exacto de "lo
personal es político" expresado por Kate Millet en Política sexual, la narración avanza a través de esa noticia que
nos trae la protagonista.
La
dueña de la casa, como un mentor del héroe en el relato tradicional
equivalente, aconseja a la criada qué debe hacer, y esta lo hace. La mentora,
sin embargo, permanece en un ángulo oscuro del relato.
La
doctora hace de heraldo bueno porque trae buenas noticias y es el aspecto
positivo del drama. Conduce a la protagonista por el camino de su propio
discurrir. El mentor y el heraldo se fusionan en este relato para ayudar a la
criada, que se encuentra ante una situación compleja.
La
figura cambiante aparece dos veces en la película y en las dos ocasiones deja a
la protagonista en apuros. Sin duda la figura cambiante es ese hombre del que
solo sabemos tres cosas: que es capaz de engendrar un bebé, que se entrena para
la guerra y que empuña un arma en el peor momento. Esta figura masculina, del
sexo opuesto a la protagonista y de inesperada actitud, es la figura cambiante,
que en el cine tradicional y de Hollywood lo representa siempre una mujer. Por
eso choca el relato a los ojos del público joven masculino.
¿Quién
introduce la función dramática en Roma? ¿Quién pone el suspense en el relato?
El hombre de la casa ausente, sin duda. Es un enemigo, y así se descubre cuando
la madre anuncia a sus cuatro hijos que el padre no volverá a casa.
La
sombra y la función dramática se funden en el mismo personaje que
describimos como ausente. Sombra porque
se proyecta de esta forma en la vida de la familia, y dramática porque les
causa dolor cuando se conoce que no volverá al hogar.
También en Diario Siglo XXI
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