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jueves, 29 de mayo de 2014

El canalla más canalla de todos los canallas

Pedro J. Ramírez dejó la dirección del diario El Mundo antes de cumplir los 25 años el periódico. Había declarado meses antes que era el decano de los directores y estaba orgulloso por ello. Dijo que le gustaría seguir, pero solo lo hará como colaborador en una página de lujo que le reservan los domingos. Cartas de un arponero ingenuo, el título de la columna, no es más que una provocación de las suyas a sus seguidores. Y tales provocaciones alimentan situaciones de las que surgen nuevos temas que nutren su quehacer periodístico. El canalla más canalla de todos los canallas tituló el domingo su artículo: “Por qué votaré hoy por UPyD”, antes de venir a Galicia a presentar su último libro. Y lo dijo. Porque siempre vota a los perdedores, aquellos que no le pueden exigir algo a cambio. También dijo que nunca votaría a los socialistas, pero que al que tenía en la mesa ese día consigo, Paco Vázquez, a él sí le votaría, pues parece que les une un compromiso que va más allá de la simpatía y la atracción por las cosas hechas a la medida, que bien podría decirse que es a la medida de una ideología conservadora. Les une la pasión por la historia del siglo XIX y en concreto la del reinado de Fernando VII. Quedó claro en la presentación de libro La desventura de la libertad, del que hablaron en Santiago con pasión aguerridos expertos del periodismo y el derecho constitucional, además de los dos citados. Pero, ¿es un canalla Pedro J. Ramírez? El periodista afirma que así lo calificó Felipe González. Véase el libro El desquite donde relata la historia del video sexual. Yo creo que es un canalla porque es un buen periodista y el atributo que con mayor fervor puede llevar un periodista es el de ser lo suficientemente canalla para no abandonar el barco y pasarse a la política. Por eso Pedro J. puede permitirse el lujo de codearse con los políticos sin temor a ser uno de ellos. Y sabiendo que es un canalla, porque es uno de los nuestros (periodistas) y nunca de los otros (políticos), lo tendremos siempre ahí apostado, dispuesto a disparar a matar, sean las que sean las circunstancias. Si un político tiene que demostrar constantemente su honestidad, por el contrario, el periodista valiente y riguroso es el que se la juega cada vez que publica su disertación o comparece en las tertulias donde se fijan posiciones. El político ambiciona la libertad del que escribe y el que escribe necesita escudriñar en la mente del dirigente para conocer los límites del personaje y dibujar su perfil como si se tratara de un arquetipo más, sin ningún sentimiento ni compromiso con el sujeto en sí. Esa despreocupación por la lealtad es lo que atrae al político del periodista y, en algunos casos, hacen historia juntos y juegan a personajes del pasado viviendo su presente.

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