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viernes, 27 de marzo de 2020

CARA A CARA CON EL CORONAVIRUS (Y III)




Segunda semana de confinamiento



Hemos cumplido casi dos semanas de confinamiento en casa. Los que podamos y mientras podamos, saldremos a la ventana a batir palmas en agradecimiento a los que sacrifican sus vidas por los demás en hospitales y centros asistenciales creados para la ocasión.

Vemos caer a nuestros compañeros de profesión, menores de sesenta años y con salud, y nos asustamos. Tenemos miedo de que no haya un mañana, de que no podamos salir a la ventana a tomar un poco de sol y a aplaudir cuando toca. Tenemos miedo de no poder salir a la calle como cada día a comprar el pan. Hacer un poco de cola y pasar así un tiempo escaso en libertad. No queremos dejar de ver a ese vecino que saca al balcón su guitarra y nos alegra durante unos minutos con sus canciones. No queremos perder la conexión a Internet ahora que es tan importante para mantenernos conectados en el encierro obligatorio en nuestras casas.

Los que podemos y mientras podamos, aprendimos a lavarnos las manos de forma exhaustiva y a conciencia. Pasó a ser un hábito más importante de lo que creíamos. Queremos seguir haciéndolo.

Me pregunto, bicho, si has llegado a mi casa prendido en alguna bolsa de la compra, en la fruta, por ejemplo. Llevo guantes y me pongo otros encima en la frutería, pero no me fío del procedimiento. Tiene que ser muy riguroso para despistar tu presencia y creo que no lo consigo. Me angustias, pero no quiero que me lo notes. Voy a seguir como si no existieras. No quiero que me amargues la existencia.

Por ti están ocurriendo cosas que nunca antes había pensado que ocurrirían alguna vez.  En una casa de una plaza cercana a mi calle ponen música a todo volumen todos los días a las doce del mediodía. Se puede oír a gran volumen.  La gente sale a las ventanas y balcones y bailan (bailamos) a su ritmo. A veces son fados, otras  veces música disco, en la mayoría de los casos.  Pasamos un buen rato de distracción. Los vecinos sonreímos unos a otros desde ventanas y balcones mientras nos animamos a bailar o hacer que bailamos. Esto sería impensable en una situación sin alerta sanitaria.

Los que podemos y mientras podamos nos levantamos cada mañana y lo primero que hacemos en mi vecindario  es abrir la ventana para saber si llueve. Lo segundo que hacemos es fijarnos en la camelia con flores color fucsia que hay en la acera de enfrente. Si se mueve es que sopla el viento, si está quieta, el ambiente promete ser más agradable. En este caso echaremos de menos no poder salir a la calle como antes. La camelia nos da la medida de lo que va ser el día. Pero también si el cielo está despejado. Porque a las dos de la tarde pegará el sol en la ventana y desde allí podremos tomar la vitamina correspondiente durante unos minutos.

Sobran horas del día y de la noche, ahora que solo faltan veinte minutos de diferencia entre una y otra situación. Las de la mañana se pasan rápido con las tareas del hogar, las de la tarde son menos llevaderas, pero ¡qué tristeza si tenemos que cerrar la puerta para no volver! Mejor nos quedamos dentro eternamente. Si pudiéramos coger al virus por los tentáculos y paralizarlo de una vez, lo haríamos, aunque fuera azotándolo con una escoba. Mejor que lo capturen bien en un laboratorio y lo controlen desde allí. ¿Sabremos algún día su origen? Queremos respuestas.

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sábado, 21 de marzo de 2020

CARA A CARA CON EL CORONAVIRUS (II)




Nos pones a prueba cada mañana, bicho. Nos despertamos angustiados pensando si tendremos síntomas o si nos hemos librado una noche más de la amenaza de tus tentáculos. Tocamos nuestra cabeza, nuestros brazos, y todo nuestro cuerpo por si algo nuevo acaece o para confirmar que todo permanece  en su sitio. Nada nos duele. Respiramos profundo y nuestros pulmones responden, entonces tragamos saliva para tranquilizarnos. Un día más nos libramos, pero nos quedan por delante semanas para hacer frente al enemigo invisible. Pensamos, y damos gracias por ello. Quizá andes cerca, quizá incluso muy cerca, peno aún no has dado muestras de ello de que estás a la acecho. Ya, porque sabemos que procuras esconderte, antes y después de la lucha que entablas en cada cuerpo, te escondes y no sabemos encontrarte. Eres escurridizo.

Solía ser por la mañana al levantarnos cuando nuestras madres descubrían si teníamos fiebre, si durante esas largas horas de descanso algo nuevo aparecía en nuestro despertar. También al atardecer podía darse a conocer la fiebre que nos indicaba una inflamación de garganta, pero nada grave. Sin embargo esta vez el aviso de la temperatura alta puede que nos indique algo nada bueno. Si nuestro cuerpo gana la batalla, bien, aplaudiremos porque hemos triunfado, pero puede que la perdamos y no queremos llegar a esa situación. Sabemos que los hospitales están llenos y no queremos ocupar esas camas tan disputadas. No queremos agarrar al enfermero o enfermera de la mano y pedirles que nos despierten, que no nos dejen morir con la máscara puesta.

No olvidamos la expresión de terror del joven médico de Wuhan con la mascarilla de oxígeno puesta, según la foto que se publicó en la prensa. Suponemos que ya sabía que iba a morir, porque le habría tocado previamente despedir a muchos pacientes en las mismas circunstancias. No queremos  recordar su expresión porque nos produce terror.


Hablar de la muerte es una forma de defenderse de ella, de rechazarla y esforzarse por vivir. Sobre todo cuando hablamos de una muerte digna y coherente con el ser humano. Cuando la vemos como posible y tan cerca, tan generalizada, no hay más remedio que plantarle cara. Hacerle frente de una forma rebelde nos robustece. No tenemos, sin embargo, ejemplos a seguir más que lo que vimos en el cine en tiempos de guerra, para poder comparar esta situación con alguna del pasado. Nada es igual, estamos ante un ser que solo lo conocen algunos científicos en el laboratorio.  El enemigo es un bicho feroz y atrevido. Muy contagioso.

Estamos en guerra contra un ser desconocido para la mayoría de la gente y muy poco estudiado todavía. De ti tenemos esa foto en la que pareces pulular en el aire con determinación y acierto. Te dan a conocer como mortífero y no lo dudamos. Por eso estamos aterrorizados. Nos causas pavor y desconcierto. Tanto, que por ti nos pusieron en alarma sanitaria. No vemos a nuestros familiares, no vemos a nuestros amigos, no podemos salir de casa.  No iremos a esa obra de teatro para la que ya teníamos entrada, no veremos ese concierto de nuestro cantante favorito. Celebraremos, por ti, virus, el Día del Padre online, en muchos casos, para no contagiarnos, para no contagiar a nadie.

De esta experiencia negativa que nos ha tocado vivir, seguro que saldrán magníficos ejemplos humanitarios. Los que sobrevivan podrán contar cómo ayudaron a los enfermos a salvar sus vidas. Médicos, sanitarios y voluntarios ya están recibiendo homenajes en agradecimiento por su esfuerzo y dedicación. Estos gestos de la ciudadanía nos reconfortan a todos.



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viernes, 13 de marzo de 2020

CARA A CARA CON EL CORONAVIRUS



Das miedo. Causas terror. Haces que nos sintamos en estado de excepción, con alarma sanitaria y toque de queda 24 horas al día.

Tienes la pinta de un pulpo con tentáculos siempre alerta ejerciendo tu amenaza. Esta vez la has armado bien gorda. Nuestros pulmones son tu destino al que trepas con decisión y sin muchos obstáculos. Vivimos en tensión por si nos dejas sin aliento.

No lo queríamos creer, pero ya estás aquí, quizá en el suelo de mi cocina, en la toalla donde ayer me sequé las manos en algún lugar de uso público. Quizá incluso ya pululas por mi nariz, mis ojos y mi boca. ¡Maldita sea!

Nos preguntamos a cuántos conseguirás derrotar antes de que cumplas 12 meses. Porque llevas fecha del año 19, a saber desde cuándo te paseas por calles, plazas y aeropuertos.

Sorprendes por lo viajero que eres. Y vas a todos los sitios gratis, sin visados ni permisos, sin tickets ni salvoconductos. Pero haces selección de personal, por lo que parece. Llegaste a la Mesa del Congreso de los diputados, al colegio en Madrid donde estudia la futura reina de España, y te sentaste en la mesa del Consejo de Ministros. ¡Qué desfachatez la tuya! Ministros y políticos de alto rango te conocen en primera persona. Alcanzaste incluso la casa del primer ministro de Canadá, gracias a que encontraste refugio en la garganta de su esposa,  Sophie Grégoire Trudeau, de viaje por Europa.

Por ti estamos confinados en casa. Limitados de movimientos, incapacitados para vernos con la gente. Ya no nos abrazamos ni nos damos besos de saludo desde hace semanas. Eso ya sabíamos que era contraproducente. Ahora viene lo peor, incapaces de hacer nuestra vida normal, por muy limitada que ya fuera, ahora nos espera la incertidumbre de cuándo acabará la cuarentena, ¿serán 40 días o más? Quien lo sabe. No queremos especulaciones, de esas circulan por las redes en abundancia y nada nos aclaran, solo nos confunden, porque  en cuanto a ti se refiere te describen como un ser mutante y peligroso, difícil de conocer.

Dicen que vas a quedarte entre nosotros, que un 70 por ciento de la población te recibirá de algún u otro modo, que vamos a tener que entendernos si queremos sobrevivir. Que de cada vez que te alojas en un cuerpo causas otras tres conquistas más. El más viajero, el más contagioso y el más sibilino para adentrarse en el ser humano. ¡Mira que aprovecharte de los más pequeños para dar el salto a los abuelos que los cuidan estos días! ¡Serás maligno!

Habrá casos en los que saldrás victorioso en la batalla, pero ¡que pírrica batalla, bicho!, te cebas con los más débiles. Déjales que disfruten de la vida, o  lo poco que les queda de ella.

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http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/1846441/cara-cara-coronavirus

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viernes, 6 de marzo de 2020

A PROPÓSITO DEL 8 DE MARZO




Feminismo de la igualdad y otros feminismos


Estos días se habla mucho de feminismo en las redes sociales y en los medios de comunicación. Sorprende (aunque no tanto) que en algunos titulares informativos se mencione el feminismo radical como el que sale a protestar en la calle.

Pues desde la teoría feminista, feminismo radical o feminismo de la diferencia no es ese, sino el opuesto al feminismo de la igualdad, que es precisamente el que sale a la calle estos días.

Las mujeres y hombres que se manifiestan por el 8 de marzo obedecen en su mayoría al feminismo que pide la igualdad de derechos de las mujeres con los hombres. Es el feminismo que ha conseguido tantos adelantos como que se hable de brecha salarial,  de techo de cristal y de violencia de género.

El feminismo de la igualdad es el políticamente correcto, el que defienden hoy todos los partidos en España menos Vox y algunas mujeres en política que van por libre.

Salen a la calle las mujeres jóvenes, especialmente, porque sufren la contradicción de tener leyes que las protegen sin que sus compañeros, amigos y familiares comprendan la raíz del problema de la desigualdad. Salen a la calle colectivos que piden la legalización de la prostitución, detrás de los cuales están los proxenetas y todos los que se benefician del negocio. Cuentan con la colaboración de algunas mujeres, sí, claro. Siempre ocurre.

 Las mujeres de más edad, que ya conocían el feminismo clásico,  saben que este fue el que creó los conceptos  de avance social  y que están incorporados a la vida pública y en las instituciones. Las mujeres de la tradición en el movimiento rechazan el feminismo  de colectivos que se suman al 8 de marzo  con todo tipo de peticiones, incluido la legalización de los vientres de alquiler,  la prostitución y la asistencia sexual a discapacitados.

No, el feminismo no es eso. Es un movimiento por la dignidad de las mujeres.

El feminismo radical en concreto, también llamado feminismo de la diferencia, es el que defiende a las mujeres y las quiere hacer competentes por ellas mismas. Persigue darles valor por el hecho de ser mujeres sin importarle la igualdad con los hombres.

La teoría feminista en su conjunto hizo hipótesis sobre qué feminismo llegaría antes a cumplir las ansias de libertad de las mujeres. Los dos feminismos contribuyeron al mismo objetivo, pero los métodos empleados por uno y otro fueron diferentes a lo largo de la historia.

El feminismo de la igualdad ha calado en las sociedades más avanzadas y en las instituciones internacionales. Los derechos de las mujeres son hoy derechos humanos, como pedía la teoría feminista tradicional. La igualdad presencial en gobiernos e instituciones y la igualdad de trato, el derecho a ser escuchadas en las decisiones que se tomen, en los acuerdos de paz a los que se lleguen. Porque el feminismo es un movimiento pacífico.

Todo comenzó por el derecho al voto, vino después la reivindicación del  derecho a ser elegidas en igualdad de condiciones que los hombres (las listas cremallera). De lo que se trata hoy es de ser iguales ante la ley y que las políticas no perjudiquen a las mujeres por el hecho de pertenecer al género femenino.

El feminismo tradicional no acepta que el tema género y sus variaciones  (en concreto la teoría queer) se endose al movimiento de las mujeres. Sería como cargar con temas que no son de su incumbencia. Las mujeres no pueden perder el tiempo encargándose del género y el trans-género. El feminismo ha definido el tema género, pero de ahí a que las mujeres se hagan cargo de los cambios sociales que afectan a colectivos en concreto, es rebajar las expectativas que tienen las mujeres sobre ellas mismas.

Las mujeres quieren avanzar, ser reconocidas como personas con derechos, pero otra cosa es la clasificación de personas según su género. Esa es una nueva lucha de la que deben ocuparse quienes estén preocupados por la pertenencia a uno u otro grupo. El género no son las mujeres, pero el género femenino es el perjudicado y sometido al masculino. A este punto común ha llegado la ciencia social en su conjunto.

El feminismo clásico está en contra de la prostitución y de los vientres de alquiler porque degradan a las mujeres como seres humanos. Tampoco está de acuerdo el feminismo clásico con la “teoría queer”, que define el concepto género como una vivencia interna de identidad sexual. Por el contrario, el feminismo no es solo una teoría de identidades, es un movimiento por los derechos de las mujeres con fines más amplios, que incluye cambios en el lenguaje en el que se vean reflejadas las mujeres en igualdad de condiciones que los hombres.

También en Diario Siglo XXI
http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/1838552/proposito-ocho-marzo

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https://liverdades.com/feminismo-de-la-igualdad-y-otros-feminismos/