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martes, 4 de octubre de 2016

EL SECRETARIO GENERAL, SACRIFICADO



Ocurrió el primero de octubre de 2016. Fueron doce horas de martirio en la familia socialista. Una lucha fratricida que finalizó con el sacrificio del hijo en nombre del padre. Se levantaron las manos, unas para decir no al acuchillamiento, otras para empuñar ellas mismas el arma fratricida.
No se hablaba de otra cosa en los restaurantes, en las tiendas, bares y cafeterías. También en las casas y en todos los lugares públicos, el comentario general era, ¿cómo va la cosa en el PSOE? Desde el rapto y asesinato de Miguel Ángel Blanco no vivíamos tan pendientes de la radio, la televisión y de los móviles. Minuto a minuto anunciaban las ediciones digitales de los diarios que tenían novedades. El tema paralizó la vida del país. Todo el mundo estaba pendiente de si el secretario general salía vivo o muerto del encuentro.
La resolución llegó sobre las nueve de la noche, las manos agresoras eran más que las que pedían que parara el golpe de estado, orquestado desde el mismo día que se aplaudió la noticia de que había secretario general y que iban a ir todos a una. Dicen que dijo la madre: “Este chico no vale, pero nos vale”.
El crimen se cometió sin que en la casa se hubiera constituido una fórmula reglamentada para tomar tal traumática decisión, pero en el revuelo montado se cometió el acto, y surtió efecto. El mismo sacrificado indicó por donde podían clavar la espada para que le infligiera el mínimo dolor. Así se hizo.
Los que tenían la mayoría y los que estaban en desventaja querían votar lo que más les convenía y no había forma de asestarle el golpe de muerte al que fuera candidato a todo o nada. Sobre el lugar del crimen voló durante buena parte de la mañana y la tarde la fórmula que nadie parecía capaz de hacer llegar a los reunidos y al órgano no constituido. El mensaje era: “Que se someta a votación la propuesta del secretario general”. Cuando así pudo ser, llegó el punto final. El secretario general fue sacrificado, y el mismo dijo que iba a morir. Los reunidos respiraron aliviados, pero lloraron y llorarán el apuñalamiento. Un crimen en familia donde, como se ha visto, todavía manda el padre sobre el hijo adulto, no hay futuro. Ahora todo el mundo sabe que el chico no les vale, pero vale.


© Áurea Sánchez



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