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viernes, 20 de enero de 2017

Las Marías de Santiago, nuevo libro en el que se cuenta la verdadera historia de "las Marías"

Las Marías de Santiago es un relato histórico sobre dos mujeres muy conocidas y populares de la ciudad que recibieron los apodos de “las Marías” y “las Dos en Punto”, pero también las llamaron “locas” y “solteronas”. Sus verdaderos nombres y apellidos, sin embargo, no eran tan conocidos. Fueron María y Coralia Fandiño Ricart y pertenecieron a una familia numerosa, humilde y trabajadora.
Estas dos hermanas, de los trece que fueron en total, alcanzaron popularidad  porque paseaban por las calles y plazas cuando el paseo era un auténtico ritual ciudadano, y lo hacían cogidas del brazo y diariamente, a la misma hora. Por eso las llamaron  “las Dos en Punto”.
Sobre las dos mujeres se difunden todavía infinidad de anécdotas, casi todas incluyen la burla y el desprecio. Algunas se refieren a su hipotética locura, otras a su destacado temperamento, y las hay también que refuerzan su preferencia por pasar el rato con los nuevos estudiantes que llegaban cada curso universitario a Santiago.
En varios establecimientos hoteleros de  la ciudad se pueden ver fotografías de las dos mujeres tomadas en los años sesenta y setenta, pero pocas han sido autorizadas por sus protagonistas. Los vecinos que las conocieron afirman que rechazaban ser capturadas por las cámaras y  que solo en contadas ocasiones posaron por voluntad propia.


Pocas personas sabían que eran las hermanas de Manuel, Antonio y Alfonso Fandiño Ricart, sindicalistas pertenecientes a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), perseguidos y encarcelados durante la dictadura de Franco. Por esta razón, María y Coralia fueron golpeadas físicamente por los agentes que llegaban a la casa en busca de sus hermanos, y en la calle fueron vapuleadas por la mayoría de la gente, que torcía la cara cuando las encontraba en su paseo diario.
María y Coralia fallecieron a principios de los años ochenta, pero muchos vecinos y turistas de décadas pasadas las recuerda. Desde hace más de veinte años dos estatuas instaladas en la Alameda hacen honor a sus vidas. Ellas representan a la gente común en una ciudad que recibe al año más de un millón de turistas y peregrinos.
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