Lamentable la noticia del accidente mortal de los turistas españoles en México. Sólo dos sobrevivieron a la corriente del río. También están a salvo el responsable de la barca y el guía turístico. Estos dos, detenidos. Se supone que habrá proceso judicial contra ellos por imprudencia, pues se había avisado de las peligrosas condiciones para realizar la expedición. Querían ver de cerca la cascada del Tamul. Demasiado arriesgado.
En este caso el capitán fue el primero en abandonar la nave cuando vio que no era posible alcanzar la otra orilla del río. Los turistas cayeron de la barca y tuvieron que nadar para salvarse, pero sólo dos lograron alcanzar la orilla.
Faltan dos cuerpos por encontrar. Todo ello supone una tragedia y un aviso a otras personas que pretendan una aventura semejante en el futuro.
Sin embargo ocurren también accidentes en zonas turísticas como Cancún de los que no se habla y no se exigen responsabilidades. Es el caso del catalán Javier Sáez, desaparecido en Isla Mujeres (Cancún) en enero de 1999 cuando buceaba con un grupo de españoles. La práctica del buceo con personas que no reciben la instrucción mínima y suficiente antes de entrar en el mar, es una temeridad que debería estar penada. La gente se embarca en aventuras confiada en que todo está vigilado y controlado, pero no es así. Van allí llevados por la sana curiosidad de conocer algo nuevo y algunos no vuelven. A otros ni se encuentran tras saberse que una tragedia les ha segado la vida.
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