En democracia, una vez conocidos los datos electorales y el reconocimiento del ganador o ganadora, si hay un cambio de titularidad en el puesto, lo que se contempla inmediatamente después es el traspaso de poderes. Éste debe hacerse con elegancia y ética, pues las formas lo son todo en este sistema de gobierno que debe un respeto a los electores.
Quienes deciden, cuando los resultados están tan ajustados como en este caso en Santiago, sufren porque los dos partidos mayoritarios se sienten con autoridad moral para gobernar. El ganador, Gerardo Conde Roa, lo sabe, por eso rompió las negociaciones para el traspaso de poderes. No vaya a ser que el litigio se dirima a favor de la coalición entre socialistas y nacionalistas, que venían gobernando. Ante el temor de hacer el ridículo con una ceremonia de ilusión frustrada, prefirió advertir que no se tomen decisiones de envergadura, que se limite el gobierno en funciones a cumplir con lo regulado para el momento de transición y que después se verá.
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